8 de junio de 2022

La mejora del confort como catalizador de la rehabilitación del patrimonio

Muchas son las razones que pueden llevar a intervenir en el patrimonio. Las más comunes suelen ser la restauración de edificios degradados, la rehabilitación a causa de un cambio de uso, el refuerzo estructural, la adaptación a las exigencias normativas o -últimamente muy en boga- la rehabilitación energética, para reducir los consumos energéticos del edificio.

Sin embargo, hay un catalizador de las intervenciones en el patrimonio, que poco o nada se suele tener en cuenta: la rehabilitación para la mejora del confort higrotérmico.

 

Sede Institucional de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (Rectorado)

Puede parecer que la rehabilitación energética y la mejora del confort son actuaciones coincidentes, dado que la primera -que normalmente se basa en el aumento del aislamiento de la envolvente y/o la instalación de equipos (ACS y climatización) más eficientes, junto con la incorporación de energías renovables- además de reducir los consumos energéticos obtiene una mejora del confort. Pero dicha intervención está condicionada a la amortización, al menos en parte, de los gastos de la obra con los ahorros energéticos y, por tanto económicos, que se obtienen tras la misma. 

Sin embargo, existe una variante en la que no se obtienen ahorros energéticos sino que, únicamente, se busca la mejora de las condiciones de confort en el interior del objeto edificado. Estas intervenciones son características de edificios en los que sus consumos energéticos ya son muy reducidos o casi nulos: ya sea porque se trate de viviendas en condiciones de pobreza energética, edificios con importantes contribuciones energéticas renovables in situ o de inmuebles situados en climas muy suaves, como el caso de las costas canarias, donde el empleo de equipos activos consumidores de energía para acondicionar el ambiente interior es poco frecuente.

A pesar de que dichos inmuebles son poco consumidores -en términos de energía final-, en muchas ocasiones no dan una adecuada respuesta de cara a conseguir unas condiciones interiores de confort. Esto puede deberse a que su bajo consumo esté causado por la imposibilidad económica de los usuarios en hacer uso de sus instalaciones de climatización o, más frecuente aún, que su envolvente térmica no se encuentra correctamente diseñada y adaptada a las características climáticas locales. Siendo, por tanto, incapaz el conseguirse unos niveles adecuados y homogéneos de temperatura y humedad, a pesar de la bondad del clima o de la acción de los equipos de climatización, alimentados por medio de energías renovables.

Y es que, por muchos equipos de climatización con los que cuente el edificio, si la envolvente no está correctamente diseñada, poco se puede hacer, y muchos y muy sonados son los casos en este sentido.

Es frecuente que los edificios históricos, construidos bajo normativas de escasa o nula exigencia en cuestiones de confort interior, no garanticen las mejores condiciones interiores, más aún, como sucede en la mayoría de las ocasiones, si se encuentran destinados a un uso diferente del cual fueron diseñados. En este sentido, y para poder mostrar un ejemplo claro de lo que anunciamos, podemos tomar la propuesta de intervención realizada por Del Toro & Antúnez ARQUITECTOS para la mejora del confort de un elemento patrimonial protegido: el edificio de la Sede Institucional de la ULPGC.

Análisis del estado previo en el edificio de la Sede Institucional de la ULPGC

Se realizó un detallado análisis bioclimático del funcionamiento del edificio, donde nos encontramos con un inmueble que presentaba problemas de sobrecalentamiento en las estancias que dan a las fachadas sur (SE y SO) -con deslumbramientos- y problemas en la calidad del aire de algunos espacios.

Las propuesta de intervención en este tipo de edificios son difíciles, puesto que suelen contar altos niveles de  protección. En este caso sólo se permitían obras de conservación, restauración, consolidación y rehabilitación, lo que limitaba el tipo de actuación.

Debido a la imposibilidad de actuar externamente (SATE) y a la demanda de no reducir el espacio interior, por parte de la propiedad, la mejora de la resistencia térmica de los muros no se propuso por medio de la incorporación de materiales aislantes, sino gracias al empleo de pinturas térmicas,  aplicadas por el exterior  de las fachadas, lo que, además de mejorar el comportamiento térmico del edificio, renovaba unas fachadas, en aquel momento degradadas.

Por otro lado, para evitar el exceso de radiación solar que penetraba por los huecos, se propuso la aplicación de láminas de protección solar, que pueden generan una limitación de la entrada de luz, del orden del 50%, y de calor, a valores superiores al 80%, con lo que se reduce de forma significativa la entrada de la radiación calorífica, al tiempo que se eliminan los deslumbramientos.

También se reforzó la protección solar por medio de la introducción de elementos de cubrición textil (de bajo impacto en el edificio y fácil eliminación) que redujeran la captación solar de estos espacios, haciéndolos más vivideros.

Con respecto a las cubiertas, este edificio posee casi toda su superficie ocupada por placas fotovoltaicas, lo que además de ser una medida sostenible de cara a obtener energía eléctrica de forma renovable, también supone la generación de elementos de sombra, que protegen a la cubierta de la acción de la radiación solar directa, lo que se traduce en minimizar el sobrecalentamiento de las estancias situadas en las plantas superiores del edificio. A pesar de esto, y dado los malos valores actuales de transmitancia térmica de este elemento de la envolvente, se aconsejó la aplicación de aislamiento térmico sobre la misma; por ejemplo, mediante la instalación de baldosas aislantes autoprotegidas.

En cuanto al problema de ventilación y calidad del aire, se debía a la subdivisión de los recintos interiores en dos aéreas: una interior, con los despachos de cargos principales -con ventanas y buenas condiciones pero con un uso intermitente- y otra exterior, donde se sitúan los administrativos -que están de forma permanente, en condiciones menos saludables-. Para ello -y puesto que la cubierta del edificio poseía una serie de claraboyas que iluminaban algunos espacios interiores de la planta alta y que eran causa de problemas, ya que producían deslumbramiento y sobrecalentamiento- se propuso aprovechar dichas perforaciones existentes para convertir los huecos de los lucernarios en chimeneas solares que favorecen la ventilación, junto a la instalación de elementos retenedores en las ventanas, que permiten mantenerlas abiertas solamente de forma parcial y controlada.


Autor: Eduardo Martín del Toro, Dr. Arquitecto y Máster en Medio Ambiente y Arquitectura Bioclimática, propietario de Del Toro & Antúnez ARQUITECTOS.

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