Los actuales cambios climáticos, la destrucción de los ecosistemas y la biodiversidad, el aumento constante de la contaminación y la emisión de gases de efecto invernadero nos obligan a comprender que tenemos la obligación de satisfacer nuestras necesidades de consumo y crecimiento económico sin utilizar los recursos naturales no renovables.
Un buen camino para ello es, sin lugar a dudas, la economía circular, donde obteniendo materias primas a partir de residuos, procesos que no generen huella de carbono y utilizando recursos y energías renovables podamos fabricar productos para su uso o consumo y, que cuando éstos hayan cumplido su vida útil, podamos reciclarlos, convirtiéndolos en materia prima para nuevos productos.
Mucho de estos productos se fabrican con hormigón tradicional el que conlleva un sinnúmero de consecuencias medioambientales como la alta incidencia en la huella de carbono por la fabricación a altas temperaturas del clinker, o la permanente utilización de áridos provenientes de fondos de río como la arena, o la piedra caliza que se obtiene de la extracción minera en canteras para nada ecológicas; considerando además que son todos ellos recursos naturales no renovables.
Para dar acabado a este tipo de hormigón se pueden utilizar selladores naturales en base a agua y ligantes orgánicos, o realizar cualquier tratamiento superficial con pinturas ecológicas o antigraffitis. Todo esto considerando que al igual que el hormigón tradicional, puede ser molido y reutilizado para nuevos productos. Es decir, no sólo es totalmente en base a residuos que hasta ahora eran no reciclables, sino que además posee propiedades para ser reciclado haciéndolo totalmente sostenible.
Fuente: Gerardo Fernandez, Cofundador de Valor Circular S.L.
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