La energía es un recurso esencial y cada día resulta más necesario para el desarrollo de la sociedad. Es la que nos permite generar la luz que nos ilumina, la electricidad que activa nuestros electrodomésticos, producir el calor que nos da confort, activar el movimiento que nos desplaza por medio de los vehículos y -lo que se ha convertido en algo fundamental hoy en día- transmitir datos en la era de la información.
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La situación de dificultad de acceso a la energía, en la que no se puede satisfacer las necesidades básicas de suministros energéticos, es lo que se entiende por pobreza energética. Dicha situación limita las posibilidades de desarrollo y crecimiento económico de los países del tercer mundo, favoreciendo la exclusión y desigualdad de oportunidades de crecimiento. Complica el desarrollo de industrias, la atención a la salud de las personas y la educación de calidad. Además, existen brechas al acceso de la energía moderna, donde las áreas rurales son las más afectadas, ya que las redes eléctricas de los países en vía de desarrollo raramente llegan a los pueblos.
Nos encontramos ante una problemática energética sin precedentes a nivel global. Mundialmente, se ha observado un incremento nunca visto de la demanda energética, no sólo por el aumento de la población, que ya asciende a 8 mil millones de habitantes en todo el planeta, sino que los ciudadanos demandan cada día más energía, en un mundo marcado por las tecnologías y la comunicación.
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La combinación actual de recursos energéticos se basa en gran medida en combustibles fósiles no renovables. Sin embargo, la energía convencional, derivada de productos como el carbón, gas natural y petróleo, está agotando sus recursos, al tiempo que es causante de la emisión de gases contaminantes y del efecto invernadero. Los principales impactos incluyen la contaminación del aire y el agua, daños en la salud pública, pérdidas de biodiversidad y hábitats, uso de agua o suelo, y las emisiones de efecto invernadero.
La energía renovable, como la solar, eólica, geotérmica y biomasa, podría ser una alternativa y una realidad para abastecer a toda la población. Las energías renovables se presentan como un recurso democrático de obtención de la energía eléctrica a través de elementos naturales como el sol o el viento. Pero el acceso a estas tecnologías no está al alcance de todos.
El gasto en energía a nivel mundial se catapultará, es decir, será cada vez más cara, lo que también afecta, de manera indirecta, al mundo de las energías renovables, ya que el coste de los materiales y el transporte aumentan consecuentemente.
Las desigualdades mundiales son cada vez más grandes. Mientras las grandes potencias energéticas de los países desarrollados, invierten en energías renovables, para obtener electricidad de calidad, segura y sostenible, sin embargo, en este mundo desigual, y a pesar del enorme potencial que representan los recursos de energía renovable, millones de personas en los países en vía de desarrollo, todavía no tienen acceso a la electricidad.
La electricidad mejora la calidad del aprendizaje y otorga oportunidades para que los estudiantes, a través de la educación, se permitan liberar del círculo de pobreza en el que viven actualmente.
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Ante esta situación alarmante, la energía fotovoltaica ha tenido un rol importante ya que representa una alternativa relativamente barata y funcional para hacer llegar electricidad en zonas aisladas de la red eléctrica.
Siempre son los más vulnerables aquellos que sufren, en mayor medida, las consecuencia de las desigualdades geopolíticas. Los mismos países que pasan hambre o cuentan con grandes deficiencias en sectores como la salud y la educación son los más afectados por el cambio climático y los que más barreras poseen para acceder a unas energías limpias e inagotables: las energías renovables.
Esta gran brecha en el desarrollo tecnológico de la infraestructura energética tendrá grandes consecuencias y agrandará esta misma desigualdad global.
Sin una acción urgente, la situación probablemente empeorará. Por tanto, nos encontramos ante un reto social, económico y ambiental a nivel mundial con el objetivo de que todas las personas tengan una vida digna y con derechos, gracias al acceso a una energía asequible, segura, limpia, sostenible y moderna para todos. Para ello es necesario saltar de manera urgente hacia una energía segura y de calidad, sin dependencia geopolítica del gas natural de otros países, y que sea libre de emisiones de CO2, es decir limpia.
Pero no se trata de una tarea fácil, existen muchos retos e incógnitas respecto a la manera y los tiempos necesarios para reducir la emisión global de dióxido de carbono. Principalmente es un trabajo complejo, ya que hay tres objetivos en conflicto. Por un lado, el primer objetivo es asegurar el suministro energético para abastecer la demanda energética, que sigue al alza. También, se intentará dentro de lo posible, mantener su coste tomando en cuenta la inflación de costes de producción y transporte. Y por último, e igual de importante, mejorar su sostenibilidad y riesgos, es decir el objetivo de tener una energía más limpia y segura.
La desigualdad económica mundial agrava la desigualdad de posibilidades hacia un acceso a la energía verde. Y esto es como la pescadilla que se muerde la cola, ya que el menor acceso a energías renovables producirá una mayor desigualdad económica y social entre los países.
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