21 de septiembre de 2015

El valor de la arquitectura tradicional

En contra de la premisa de Bruno Zevi en su obra Architecture in nuce: una definición de arquitectura (1969) en la que pone en duda la calidad de obra de arte de la arquitectura anónima, excluyendo así como obra arquitectónica a toda la edificación popular, en los últimos años se está volviendo a mirar atrás -hacia nuestra arquitectura tradicional- para aprender y recuperar interesantes estrategias de estas construcciones que se habían perdido u olvidado y que tan útiles pueden resultar para la arquitectura contemporánea.
Casa tradicional en La Palma. Islas Canarias. España.

Desde las antiguas civilizaciones, el diseño de la vivienda refleja la preocupación del ser humano por conseguir espacios adecuados para protegerse de los factores atmosféricos adversos como el calor, el frío, el sol o la lluvia, buscando obtener en el interior de la vivienda unas condiciones ambientales lo más próximas a las del confort: la vivienda es nuestra tercera piel.

Podemos entender la arquitectura tradicional como una arquitectura anónima en la que no han intervenido arquitectos ni técnicos especializados, sino que han sido los propios habitantes -ayudados todo lo más por artesanos que se han formado por transmisión generacional, de padres a hijos o sea de maestros a aprendices, como albañiles, canteros y/o carpinteros- los que construyen las viviendas, con materiales obtenidos del lugar (barro, piedra, madera,...), utilizando herramientas sencillas y elementales, concebidas por y para los propios habitantes, y -por tanto vinculadas a clases socioeconómicamente modestas, en cuya caracterización han influido la historia del lugar, sus condiciones medioambientales, la necesaria sostenibilidad,... tratando de aprovechar al máximo las posibilidades que dicho lugar ofrece, con todas sus características, para lograr una óptima economía de medios, que se manifiesta con la repetición de un modelo durante siglos.

Una de las bondades de la arquitectura tradicional reside en que es capaz de garantizar un ambiente interior estable y cómodo frente a los condicionantes climáticos del medio. Para lograr este propósito se sirve de mecanismos de aprovechamiento energético como la protección o la captación de luz y energía solar, del viento o de la lluvia, según lo requieran las necesidades del lugar y del habitante.

Por este motivo, se puede considerar que la arquitectura vernácula es una arquitectura bioclimática, ya que consigue acondicionar el ambiente interior de la vivienda a los parámetros de confortabilidad mediante mecanismos únicamente arquitectónicos y no tecnológicos.


Esquema estrategias bioclimáticas en verano de casa tradicional de Lanzarote.
Fuente: La Graciosa, un proyecto de interés común

Las condiciones climáticas y orográficas del entorno genera que esta arquitectura haya evolucionado a modelos adaptados al lugar, diversificando sus respuesta a medida que se asentaba en uno u otro microclima.

Se trata de una arquitectura de gran riqueza, que es necesaria estudiar y conocer para recuperar los sistemas constructivos y arquitectónicos de cientos de años, a partir de la experimentación cotidiana, representando la adecuación perfecta entre el clima, las necesidades humanas y la construcción sostenible. Sin embargo, esta arquitectura sufre un importante estado de abandono que hace peligrar su conservación.

Consecuentemente, es fundamental conocer cuáles han sido las estrategias que la arquitectura popular ha ido fraguando a través de los años mediante el método del ensayo error, para primero no cometer los mismos errores del pasado, y -lo más importante- rescatar estas estrategias de bajo coste y grandes ahorros energéticos, ya sea de forma directa o mediante la adaptación de las mismas a los materiales y técnicas constructivas actuales.

Dicho conocimiento, nos permitirá apreciar mejor el valor histórico-cultural de nuestra arquitectura al permitirnos entenderla mejor, al tiempo que, a medida que vamos comprendiendo sus condicionantes, se va cargando de complejidad y por tanto de enriquecimiento cultural, algo que por desgracio hoy es muy necesario, puesto que actualmente la arquitectura popular es un bien cultural poco valorado y reconocido, lo que es necesario cambiar si queremos conservar y mantener nuestro patrimonio.

Esquema de recogida de agua en la vivienda conejera.
Fuente: La Graciosa, un proyecto de interés común

Al mismo tiempo, la arquitectura tradicional cuenta con escasos medios materiales y económicos, reduciéndose al mínimo el número de materiales empleados e incluso la calidad de estos, sin embargo, posee una gran riqueza en variedad y lenguajes, y de sus espacios arquitectónicos en cuanto a la ordenación y la configuración.

Por tanto, la arquitectura tradicional es una referencia a estudiar de Arquitectura Sostenible adaptada a un momento histórico, que no se debe repetir en la actualidad, pues los condicionantes sociales, políticos, económicos,... actuales son diferentes, pero que sí hay que tomarla como modelo de estrategia en respuesta ante una determinada realidad de la que quiere formar parte.

Existe la imperiosa necesidad de rescatar las técnicas y soluciones que las generaciones anteriores habían adoptado y de explotar sus ventajas. No se trata de copiar los diseños y las soluciones antiguas, sino de aprovechar esos principios e integrarlos en la arquitectura contemporánea.

Podemos concluir que esta arquitectura es cuna de la arquitectura bioclimática primero y de la arquitectura sostenible posteriormente, ya que sus constructores/usuarios las diseñaban bioclimáticamente y llevaban una vida sostenible, no por conciencia o convicción, sino por pura necesidad, dado que las condiciones de vida a las que se enfrentaban así lo requerían.


Autor: 
Eduardo Martín del Toro, Dr. Arquitecto y Máster en Medio Ambiente y Arquitectura Bioclimática, propietario de Del Toro & Antúnez ARQUITECTOS

2 comentarios:

  1. Estoy completamente de acuerdo con el artículo.
    Creo que la arquitectura tradicional es la más bioclimática y sostenible, aunque también es cierto que hay que alcanzar unos niveles de confort y acabados que en muchos casos no se pueden realizar con técnicas tradicionales o antiguas.
    Pero en cuanto a la huella que se deja en mundo con la arquitectura, hay que destacar que los métodos y materiales tradicionales, han sido siempre, elementos que se extraen de un entorno relativamente cercano, extraídos de la naturaleza. Es por ello, que su huella, pasado el tiempo, es menor, o incluso inexistente.
    Con ello no quiero ponerme en tésis radicales en contra de materiales modernos, ya que es completamente necesario la utilización de ciertos materiales para realizar proyectos que serían impensables exclusivamente con materiales o técnicas tradicionales. Pero si creo que hay que seguir investigando en materiales y técnicas modernas, que tengan un menor impacto, y siempre que se pueda, mantener materiales y técnicas tradicionales de la arquitectura, aunque sólo sea para no perder unas raíces culturales vínculadas muy estrechamente a lo que hoy en día se conoce de forma despectiva como el "terruño".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Jorge:

      Muchas gracias por por el comentario y por leernos.

      Efectivamente, el estudio de la arquitectura tradicional es fundamental como base de conocimiento para el desarrollo de una arquitectura actual sostenible, aspecto que llevamos investigando desde hace años.

      Atentamente, un saludo.

      Eliminar