8 de junio de 2015

El chozo: prototipo de vivienda bioclimática

Si en la entrada anterior veíamos como la vivienda troglodita, a pesar de ser el tipo de hábitat más primitivo, asociada a las personas con bajos recursos y no contar con grandes adelantos tecnológicos, es (tal vez precisamente por todo lo anterior) uno de los mejores ejemplos de vivienda sostenible, en esta entrada queremos hablar de otra tipología de vivienda tradicional que es tal vez el mejor ejemplo da casa bioclimática: el chozo de muros de piedra y cubierta vegetal.
Casa de piedra y cubierta vegetal, Islandia. Fuente: Herbert Ortner

Este tipo de arquitectura -con pequeñas diferencias- se puede encontrar no sólo a lo largo de toda la geografía española española, sino que aparece dentro de la arquitectura tradicional en zonas con latitudes muy diferentes (y por tanto climas), desde zonas tan cercanas al círculo polar, como Islandia hasta latitudes tropicales como Canarias.

¿Y cómo es posible que una misma tipología pueda funcionar correctamente en tan distintos climas?

Pues el secreto reside en el fundamento de una buena arquitectura bioclimática, que es que funcione correctamente tanto en condiciones de verano como de invierno. Si esta circunstancia se consigue, obtendremos una tipología con un amplio rango climático de uso.


Casa con teito en Campo del Agua.

Veamos entonces a continuación cuales son las características generales de estas viviendas y como este sencillo y ancestral tipo de residencia funciona en ambas condiciones climáticas.

A grandes rasgos, y con multitud de variantes en cuanto a forma, tamaño, disposición, ect. para adaptarse a su entorno, podemos indicar que se trata de construcciones de muro de piedras -a hueso o argamasada- de gran espesor con cubierta de estructura de madera y acabado vegetal (hierva, paja o similar) y escasos huecos.

En condiciones de verano, o climas cálidos, su funcionamiento se basa en el poder de la estabilidad térmica que le concede la gran inercia térmica de sus gruesos muros, que en ocasiones se aumenta al producirse un rehundido o "socabón" en el suelo, soterrando parcialmente la vivienda, buscando la estabilidad térmica del terreno, junto al aislamiento térmico que provee una gran cubierta vegetal, la más afectada por la radiación solar en climas cálidos. Cuando encontramos zonas escarpadas, la vivienda puede "arrimarse" al terreno, gracias al desmonte parcial del mismo, mejorando su inercia térmica al tiempo que sirve de protección contra posibles vientos.

Sus escasos huecos impiden la entrada de la radiación solar y por tanto del sobrecalentamiento interior, al tiempo que una cubierta "pajiza", impermeable a la lluvia pero transpirable, permite la eliminación del aire caliente y húmedo que se acumula bajo la cubierta por el uso interior.

En condiciones de invierno, la inercia y el terreno vuelve a jugar un papel fundamental de cara a evitar la pérdida del calor interior y conseguir una temperatura fija anual, mientras que la cubierta aislante también minimiza las perdidas térmica a su través.

El que la cubierta sea permeable al aire permite que se garantice una renovación mínima de este para mantener unas condiciones de salubridad sin necesidad de tener que abrir prácticamente puertas o ventanas, que provocaría una excesiva renovación del aire y por tanto una importante pérdida térmica.


Casas de colmo en la isla de El Hierro. Fuente: LAGARTOS DE SALMOR Y CASAS DE COLMO

En caso de que tengamos un clima continental con diferencias climáticas extremas entre verano e invierno, la vivienda combinará ambas estrategias ya mencionadas, aprovechando siempre la estabilidad térmica que le confiere su gran inercia térmica, no sólo entre la diferencia de temperatura del día y la noche, sino también con los saltos térmicos producidos entre el verano y el invierno.

Como hemos visto, estos chozos conjugan casi a la perfección el ejemplo de casa bioclimática, siendo sin embargo no recomendables en climas muy secos, ya que su "talón de alquiles" es la facilidad que tienen para incendiarse sus cubiertas y para que el fuego pase rápidamente de una a otra vivienda en el caso de que se encuentren agrupadas en poblados o aldeas, escena que aparece de forma recurrente el la mayoría de las películas bélicas de épocas remotas.


Autor: 
Eduardo Martín del Toro, Dr. Arquitecto y Máster en Medio Ambiente y Arquitectura Bioclimática, propietario de Del Toro & Antúnez ARQUITECTOS

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