Restaura-ruina: Palabro que utilizamos para definir aquellos casos en los que se produce una restauración o rehabilitación del patrimonio edificado sin asignarle al edificio un destino claro, o incluso en aquellos casos en que a pesar de que sí se realiza la intervención bajo la premisa de un nuevo fin, éste no ha sido resultado de un estudio adecuado que nos dé un mínimo de garantías de éxito.
La actuación en un artefacto arquitectónico, al que no se le ha destinado una utilidad social, lleva consigo el fracaso de la intervención, retomando su ciclo de deterioro físico ralentizado y tendente a convertirse en la ruina que eran antes de su acción rehabilitadora. Del mismo modo, la asignación de un fin poco acertado, por medio de la improvisación o por falta de un análisis serio basado en el conocimiento exhaustivo del área arquitectónica objeto de estudio, que exponga el planteamiento global para su recuperación patrimonial y funcional, termina fracasando.
Edificio histórico “Noria de Jinámar”. Siglo XIX. Arquitectura industrial. Original: estado ruinoso. Rehabilitación a cargo de Cabildo Insular Gran Canaria. Estado final: abandonado. Fotografía: Eduardo Martín del Toro |
IntroducciónA la hora de intervenir en el patrimonio edificado, podemos trabajar desde dos estrategias: la restauración o la rehabilitación. En el caso de la restauración o de la rehabilitación por mejora del inmueble, el uso no cambia y por tanto este tipo de intervenciones han de realizarse cuando se pueda garantizar la continuidad del mismo en el tiempo.
Estrategias de trabajo a la hora de intervenir en el patrimonio edificado. Elaboración propia. |
En aquellas situaciones en que el uso original de la edificación no sea compatible con las circunstancias actuales de vida -como podrían ser grandes palacetes con difícil salida inmobiliaria, edificios industriales en medio de suelo residencial a causa del desarrollo urbano o construcciones cuyo uso estaba asociado a actividades en desuso o desplazadas, entre otros- será necesario optar por una rehabilitación basada en un cambio de uso.
ArgumentoLos proceso de restauración o rehabilitación son actuaciones que pueden tener muy distintos alcances. Desde una simple intervención en los acabados para recuperar el estado "estético del edificio" hasta acciones integrales en las que no sólo se actúan en elementos tan importantes como la estructura o las instalaciones, sino que -en ocasiones- se introducen nuevos elementos de gran complejidad, como ascensores o nuevas plantas, ya sean sobre y/o bajo el inmueble original.
En cualquier caso, este tipo de actuaciones siempre -desde las más aparentemente sencillas hasta las de mayor envergadura- son procesos complejos en los que entran en juego gran cantidad de factores, como la cualificación profesional, la técnica y la dotación económica.
El propósito o función que va a tener una edificación tras una operación de rehabilitación debe ser el punto de partida de ésta, razón por la cual nunca se ha de plantear una intervención sin conocer el uso al que va a estar destinada y -menos aún- si no se le pretende dar uso.
La actuación sobre un artefacto arquitectónico al que no se le ha destinado una utilidad social garantiza el fracaso de la intervención, comenzando su ciclo de deterioro físico ralentizado y tendente a convertirse en la ruina que eran antes de su intervención rehabilitadora. Del mismo modo, la asignación de un uso poco acertado por medio de la improvisación o por falta de un análisis serio basado en el conocimiento exhaustivo del área arquitectónica objeto de estudio que exponga el planteamiento global para su recuperación patrimonial y funcional, termina del mismo modo fracasando.
Son numerosos los ejemplos en que ante la falta de una adecuada investigación se ha optado por el "camino fácil" de asignarle al inmueble el uso de museo, centro de interpretación o afín, incentivado en parte por los valores del propio bien inmueble y/o por los del entorno donde se ubica, sin realizar previamente un estudio de viabilidad ni diseñar conjuntamente una estrategia de funcionamiento y gestión posterior, resultando, que cuando el edificio entra en ejercicio, el número de visitantes es muy inferior al necesario para cubrir gastos o incluso para justificar su labor y finalmente termina cerrando y volviendo a revertir en estado de ruina.
Y todo ello tras una importante consumo de recursos económicos y materiales, con el consiguiente perjuicio para la sociedad y el medio ambiente.
En otras ocasiones, el proceso de restauración o rehabilitación viene motivado por cuestiones políticas, cuando un elemento del patrimonio edificado, situado en una zona emblemática de la ciudad, se encuentra en estado de deterioro o ruina, generando una alarma social. En estos casos y de cara a las prioridades de los gobernantes -con sus ansias por captar votos en un proceso que se repite normalmente cada cuatro años- lo urgente es realizar un "lavado de cara" al inmueble, que luzca saneado nuevamente para así apuntarse un triunfo, sin preocuparse realmente por lo que le suceda al bien en un período más allá de la legislatura, ya que eso será problema del que en ese momento obstante el cargo y, si es él mismo, ya se tomarán medidas en su momento, tal vez volviendo a actuar sobre el inmueble con la misma estrategia fallida, porque dicha maniobra no responde a cuestiones arquitectónicas -que de ser así llevaría mayores costes derivados del estudio necesario para proponer un futuro uso adecuado, y su posterior gestión y mantenimiento- sino que responde únicamente a resolver un problema político.
Este tipo de intervenciones sin utilidad social, con cargo al erario público, movidas por intereses políticos y llevadas a cabo sin un estudio pormenorizado, consumen parte de nuestros recursos económicos y no frenan de forma definitiva el deterioro patrimonial arquitectónico dado que no están concebidas de forma global.
Todos estos casos, y algunos otros, llevan a desarrollar propuestas rehabilitatorias fracasadas antes mismo de iniciarse, desarrolladas con miras cortoplacistas y sin ninguna preocupación por el futuro del artefacto arquitectónico a intervenir, lo que irremisiblemente da lugar a lo que denominamos una restaura-ruina. Es decir, aquellas actuaciones que se quedan únicamente en lo arquitectónico sin entender que un proceso de rehabilitación es mucho más amplio y complejo que eso, siendo imprescindible un proceso cuya naturaleza contenga conceptos como: conocimiento del ámbito de actuación, objetivos previstos, viabilidad de la propuesta, costes económicos de ella, mantenimiento del objeto terminado, sistema de gestión, impacto social previsto, interés cultural/histórico, optimización de los medios de explotación, duración del proceso de intervención y plazos de ejecución.
El éxito en la intervención patrimonial depende entre otros de la continuidad de uso y su mantenimiento.
ResultadosAunque el proceso restauratorio sea fuente de numerosos beneficios -como la mejora de las condiciones de conservación y mantenimiento de edificios con valor patrimonial o utilidad social; la creación de empleo de forma directa e indirecta, tanto durante la fase de ejecución de las obras, como en la puesta en marcha y mantenimiento de las actividades que albergan los edificios rehabilitados; o la sostenibilidad medio-ambiental, social y económica, posibilitando la utilización del patrimonio histórico como elemento de dinamización territorial, medioambiental, turística y económica; entre otros- no se puede realizar de forma irresponsable dado que en ese caso puede generar un efecto rebote perjudicial, mayor que los beneficios que inicialmente aportó.
Posiblemente los conceptos Rehabilitación, Reutilización, Reincorporación, Método y Éxito Funcional, conlleven disponer de un Plan de Conservación, o documento que basado en el conocimiento exhaustivo del área arquitectónica objeto de estudio, exponga el planteamiento global para su recuperación patrimonial y funcional.
El Plan de ConservaciónLa metodología de éste Plan de Conservación, debiera estar basada siempre en los conceptos genéricos de documentar, analizar y proponer, que debieran impulsar la recuperación y dinamización del conjunto estudiado.
Este Plan requiere un tratamiento multidisciplinar de expertos que haga uso de todo el conocimiento, las experiencias y las disciplinas que puedan contribuir al estudio y cuidado del bien edificado. Ha de comprender un análisis de datos, particularmente arqueológicos, históricos, arquitectónicos, técnicos, sociológicos y económicos para poder definir las acciones que han de llevarse a cabo en el plano jurídico, administrativo y financiero.
El Plan de Conservación no es un elemento normativo en sí mismo, ni una figura de desarrollo de planeamiento al uso (como planes parciales o especiales), sino un protocolo que debiera contener al menos estudiados los siguientes aspectos:
- Motivos que impulsan la recuperación del conjunto estudiado.
- Ámbito de actuación, delimitando de forma precisa los límites del conjunto que se pretende estudiar.
- Actividades de implantación planteadas que enfaticen las capacidades que ya posee el conjunto (tales como: turística, educativa, social y paisajística).
- Iniciativas adoptadas tales como una Comisión o Ente que desarrolle El Plan de Conservación; las obras de restauración, las actividades de ocio, sociales, etc. y que garanticen su mantenimiento en el tiempo.
- Establecimiento de un calendario de ejecución que contenga al menos detalladas:
- Actividades de urgencia para frenar el deterioro actual.
- Estudio arquitectónico del material contenido en el área estudiada, y sus aspectos correspondientes (historia, materiales, estado de la edificación, origen del abandono de la zona, carencias del equipamiento que posee, etc.).
- Propuesta que establezca los pasos a seguir para la recuperación funcional del objeto estudiado.
Deberá pues indicar claramente las actividades y pasos a seguir para:
- Su restauración integral
- Su mantenimiento en buen estado a través del tiempo.
- Garantizar su sostenibilidad económica de forma autónoma.
- Potenciar la sociabilidad de los resultados por el municipio.
Una vez decidido el uso más adecuado hay que considerar todos aquellos factores necesarios para la correcta adecuación de la edificación al uso definido, pero no solamente desde el punto de vista arquitectónico sino funcional, diseñando un método de implantación que designe los medios humanos, materiales, estratégicos, formativos, de difusión, mantenimiento, etc. necesarios. Y, por supuesto, la partida económica necesaria para sufragarlo, que ha de ser comprendida como un capítulo presupuestario más dentro de los costes de rehabilitación.
ConclusionesQueda claro que son insuficientes y no tan simples como aparentan, los procesos de rehabilitación arquitectónica que conocemos, si queremos garantizar la consecución de los objetivos propuestos.
Todos los tratados de Conservación y Restauración del Patrimonio Construido ponen especial énfasis en las opciones técnicas apropiadas sobre materiales y tecnologías usadas, respetando la función original y asegurar la compatibilidad con los materiales y las estructuras existentes; evitar la reconstrucción en “el estilo del edificio”, siendo fácilmente identificables los elementos incorporados por medio del empleo el lenguaje de la arquitectura actual; fijar medidas legales para garantizar su protección; etc. Pero poco o nada hay en referencia a las estrategias para su conservación a largo plazo.
La asignación de un uso adecuado, acompañado de un sistema de gestión asociado al mismo, con una asignación económica proporcionada es la única garantía de que se lleven a cabo las adecuadas medidas de control, conservación y mantenimiento que todo edificio necesita. Recordemos que no hay causa de mayor deterioro en un inmueble que su falta de uso.
Un inmueble, del mismo modo que sucede con un vehículo, debe estar en uso para mantener sus adecuadas condiciones. Si un vehículo en estado de abandono se le descarga la batería, se le desinflan los neumáticos, e incluso se le oxiden los cilindros del motor, una construcción sin uso, del mismo modo, sufre graves deterioros. En este sentido son especialmente sensibles las instalaciones. A esto se le suma el agravante que ante una avería o fuga no habrá usuario que la detecte con lo que el problema se irá agravando sin que se tomen las medidas oportunas.
Extracto de la comunicación presentada por el Dr. Arq. Eduardo Martín del Toro, investigador colaborador del grupo de investigación Arquitectura y Paisaje de la ULPGC y CEO de Del Toro & Antúnez ARQUITECTOS y el Dr. Arq. José Antonio Serrano Ortiz de Luna copropietario de Hidalgo & Serrano Arquitectos, en el I Congreso Internacional de jóvenes investigadores del Patrimonio Arquitectónico organizado conjuntamente por la Universidad de Córdoba y la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (México) y celebrado en modalidad virtual los días 13, 14 y 15 de diciembre.
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